viernes, 13 de febrero de 2009

el mundo por vocacion

Del sueño mustio se estremece tu recuerdo, el inmenso e hilarante brillo del talvez.
Y la vida se vuelve monótona, triste, acostada a mi lado sin hacer nada.
Y transcurren los días, y mi alma la ve a lo lejos.

El clima termina de derretir mi cuerpo, de día el calor delirante y de noche el frío apabullante de la soledad. La cárcel de mi imaginación termina por apresar mis sentimientos y dispara a los poemas, la cruzada por la madurez.

Y la realidad me habla al anochecer. Termino por morder la lengua a mi espíritu rebelde que de pronto quiere gritar y reprochar a los reproches de la vida.

Perú volvió a perder, ya no hay salvación parecen gritar los gusanos en mi pared. En la televisión otra vez un muerto aparece golpeando las mejillas al espectador, como un boxeador golpea a la pared por haber perdido en el Ring del destino.

De los bohemios del rock ni el solo saludo quedó. Y del arte ni siquiera el amor, ni siquiera la copa de Venus desnuda sin manos, ni de los amantes que creen abrazarla.

Y los hombres cansados de su trabajar quedan después de un arduo día como pan que no se vende, respirando maldad añorando no nacer en piedras; y al atardecer sentados en un banco no tan lejano esperan que la tristeza carcoma sus huesos, muertos del aburrimiento esperando el punto final de los finales.

No existe religión que nos haga cambiar. No hay maldad que se pueda matar, ni la guerra que destroza al mundo, ni la tristeza que termina convirtiendo en fracasado de profesión.

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