domingo, 4 de octubre de 2009

ya no puedo escribir



En esta encrucijada del destino, me encuentro en la penosa situación de no poder escribir los caprichos de mi alma, es como si fuera un monte lejano, bello y hermoso parecido a un paraíso inalcanzable, al que solo toco en sueños.
La rutina aprieta hasta doler, y lo peor del martirio es lo dulce que sabe, como las del sueño que te apretuja a dormir y nada más. Y haciendo gala de buen pecador, peco de perezoso, solo atino a dormir y a comer, no sin antes dar una buena y aburrida lectura a Fayol y a Taylor; y a sus principios aturdidores que solo llenan la cabeza de buenas leyes y normas para ser un buen administrador.
Hoy me tome la libertad de no dormir unas horas. El minutero, el horario, la almohada joden, llaman e hipnotizan, hacen llamados en clave donde solo mis parpados parecen conocer, sin embargo el día me jugo feo y no me importo mandar al diablo a sus horas o a su sueño.
Viernes 2 de octubre, la brisa tira y recoge los papeles tirados en las calles, husmea a las ventanas que lo reciben heladas y soberanas, como un buen soldado que se para ante el coronel. El silencio es épico y oportuno, me da por recordar el trágico día primero de octubre, donde no hice más que renegar. Excepto por unas horas de las cuales no me atrevo a contar.
En ese ir y venir del viento, recojo las maletas rotas por la marea impredecible, que puede que vuelva mas tarde para ahondar mas el agujero negro que crea la perra vida, la dulce perdición, la noche sin luna y el día sin sol.

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